Infovaticana entrevista a la periodista y escritora Natalia Sanmartín Fenollera:
Creo que la historia de la comunión en la mano es la historia de un caballo de Troya. Siempre me llama la atención que se hable tanto sobre las tensiones que vivió el Papa Pablo VI por la encíclica Humanæ Vitæ y tan poco sobre las que le produjo este conflicto y sobre el modo en que intentó reconducirlo. Durante su pontificado, él reafirmó la que sigue siendo la ley general de la Iglesia en este ámbito, la comunión en la lengua, y estableció un indulto, una excepción, para resolver el problema de algunas regiones donde la comunión en la mano se practicaba en abierta desobediencia a Roma, entre ellas Bélgica, Holanda y Alemania. La decisión le produjo mucho sufrimiento, porque no era partidario de la medida, como tampoco lo fueron la mayoría de los obispos que consultó antes de tomarla. Temía que hacerlo debilitase la fe en la presencia real de Cristo en el sacramento, un temor que él mismo confirmó más tarde y que le llevó a limitar el indulto, aunque no logró evitar que la práctica se generalizase. Lo terrible de todo esto es que lo que nació como una respuesta pastoral a una desobediencia se ha convertido en una práctica generalizada y hasta impuesta, como hemos visto en esta pandemia, en la que se ha aplastado de forma intolerable la piedad y los sentimientos religiosos de todos los fieles que comulgamos como prescribe la ley de la Iglesia.
Para mí es una cuestión fundamental de adoración y de veneración a Dios. Si se cree no solo intelectualmente, sino también, por decirlo así, con las entrañas, que Cristo está realmente en el sacramento, la única actitud posible es postrarse de rodillas ante Él y recibirlo como hicieron los grandes santos, los mártires y la inmensa mayoría de los cristianos que nos han precedido.