Hay que aclarar la terminología, porque “las palabras son balas”, como gustaba decir Lenin: el sacerdote no está “dándole la espalda al pueblo”, sino “mirando a Dios”, “de cara a Dios”, así como el fiel de la primera fila en la iglesia tampoco está “de espaldas al que está en el segundo banco” sino mirando hacia el altar.
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